Productores Bonaerenses ensayan estrategias para dejar atrás las inundaciones
Tras más de seis meses de anegamientos, productores de 9 de Julio y Carlos Casares enfrentan severas pérdidas en ganadería y agricultura, y recurren a nuevas tecnologías como los drones para intentar salvar la próxima campaña.
Productores agropecuarios de la zona centro-oeste de la provincia de Buenos Aires, una de las más afectadas por las inundaciones, luchan por recuperar su capacidad productiva tras más de seis meses con campos bajo agua.
Las lluvias acumuladas de entre 600 y 700 milímetros entre febrero y marzo dejaron lotes inutilizables y caminos intransitables, generando un escenario crítico tanto para la ganadería como para la siembra de la campaña 2025/26.
Según técnicos de la regional Aapresid de 9 de Julio y Carlos Casares, solo el 35% de los lotes se encuentra en condiciones de ser sembrado. El resto permanece aislado o inundado, lo que obliga a los productores a rediseñar sus estrategias con mayores costos y un panorama incierto.

Un doble golpe para el campo
El primer impacto de las inundaciones lo sufrió la ganadería, que tradicionalmente ocupa las áreas más bajas y vulnerables. "La primera gran lluvia nos encontró en pleno destete, y en pocos días el 80 o 90% del área ganadera estaba bajo agua", relató Emanuel Ieno, ingeniero agrónomo y socio de Aapresid.
Esta situación obligó a muchos a vender vientres o trasladar la hacienda a campos vecinos. Los animales que quedaron fueron refugiados en rastrojos de cultivos de verano, pero ahora enfrentan un nuevo problema. "Viene el verdadero cuello de botella: esos lotes agrícolas están siendo reclamados para la siembra y no hay lugar a donde llevar los animales", advirtió María Carolina Fritz, Asistente Técnica de la misma regional.
En la agricultura, el avance del agua impidió la cosecha de girasol y maíz, y ahora compromete la siembra de la campaña gruesa. La siembra de trigo se redujo en un 70%, con solo 6.900 hectáreas logradas de las 20.000 habituales, mientras que la de maíz temprano apenas alcanzó el 30% de lo planificado.
Nuevas tecnologías para un terreno hostil
El anegamiento prolongado ha dificultado tareas clave como el control de malezas. La imposibilidad de aplicar herbicidas residuales a tiempo elevó los costos de los tratamientos de rescate a unos 40 dólares por hectárea, con resultados menos eficaces.
Ante la imposibilidad de ingresar con pulverizadoras terrestres, los productores recurrieron a aplicaciones aéreas y, cada vez con más frecuencia, a drones. "El avión pierde eficiencia cuando los lotes están recortados y anegados, pero el dron permite trabajar con precisión sobre los sectores aislados y sin desperdiciar producto", detalló Ieno.
Aunque la oferta de este servicio aún es limitada, la demanda crece para realizar barbechos y rescates en áreas inaccesibles.
La fertilización, otro desafío clave
La logística de la fertilización también se vio completamente alterada. La imposibilidad de utilizar tolvas grandes obliga a ajustar las sembradoras para aplicar dosis más bajas, de entre 20 y 30 kilos por hectárea. La pérdida de nutrientes por el lavado de los suelos, especialmente nitrógeno, complica aún más el panorama.
A pesar de las adversidades, los productores y técnicos apuestan por la colaboración y la adaptación. "Es un año donde se apunta más a empatar que a ganar, pero la clave está en no perder la oportunidad de sembrar", resumió Ieno.
El espíritu de resiliencia es lo que mantiene en pie a la región. "Cada productor busca cómo zafar, cómo sostener la vaca, llegar a sembrar algo. Hay una resiliencia y un compañerismo enorme, y eso es lo que hay que contar", concluyó el ingeniero.

