EE.UU. vs. Argentina: dos gigantes del maíz con modelos productivos opuestos
El país norteamericano lidera con altos rendimientos y una poderosa industria de agregado de valor, mientras que Argentina, pese a su potencial y calidad, enfrenta desafíos estructurales que limitan la transformación del grano en alimentos e insumos industriales.

La producción de maíz es uno de los motores centrales de la agricultura mundial y tanto Estados Unidos como Argentina ocupan un lugar destacado en este mercado. Sin embargo, las diferencias entre ambos países son notorias, no solo en superficie y volumen, sino también en el aprovechamiento del grano para generar mayor valor agregado.
Superficie sembrada y producción total
Estados Unidos es, desde hace décadas, el líder mundial en producción de maíz. En la campaña 2024/25 sembró más de 37 millones de hectáreas, con una producción que ronda las 390 millones de toneladas. Argentina, en cambio, destinó unas 7,5 millones de hectáreas, con una cosecha cercana a las 56 millones de toneladas.
La diferencia de escala es abismal: el país del norte produce casi siete veces más maíz que la Argentina, lo que le permite dominar el comercio internacional y sostener una amplia red de industrias derivadas.
Rendimientos: tecnología e inversión
La brecha también se observa en los rendimientos. En Estados Unidos, el promedio nacional supera las 11 toneladas por hectárea, mientras que en Argentina se ubica alrededor de 7,5 toneladas. La mayor inversión en biotecnología, fertilización, riego y mecanización explica gran parte de esta diferencia.
En el caso argentino, factores como la alta carga impositiva, la inestabilidad macroeconómica y las limitaciones en infraestructura conspiran contra un salto de productividad sostenido. Aun así, los rendimientos locales son competitivos frente a otros países exportadores.
Agregado de valor: el gran contraste
Quizás la mayor diferencia entre ambos países está en el uso que hacen del maíz.
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En Estados Unidos, más del 60% de la producción se transforma en etanol, alimentación animal, jarabes de maíz y otros productos industriales. Solo un 13% se destina a exportación en grano. Esto significa que la mayor parte de la riqueza generada queda en su territorio, impulsando empleo e innovación.
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En Argentina, en cambio, cerca del 70% del maíz se exporta sin procesar, lo que reduce la posibilidad de multiplicar el valor económico del cultivo. Apenas un 30% se canaliza a cadenas de transformación, como la avicultura, la producción de carne porcina, lácteos o bioetanol.
Competitividad y futuro
Argentina se destaca en los mercados internacionales por la calidad de su maíz y su capacidad exportadora. Sin embargo, la falta de políticas estables para promover el agregado de valor y la infraestructura logística limitan su potencial. Estados Unidos, en cambio, ha consolidado un modelo donde la producción de maíz no solo garantiza divisas, sino también seguridad energética y alimentaria.
La comparación deja una lección clara: el verdadero desafío para Argentina no es producir más maíz, sino transformar lo que produce en alimentos, energía y bioproductos que generen más empleo y desarrollo dentro del país.
Cifras clave del maíz: comparación directa
Indicador (Campaña 2024/25) | Estados Unidos | Argentina |
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Superficie sembrada (ha) | 37 millones | 7,5 millones |
Producción total (ton) | 390 millones | 56 millones |
Rendimiento promedio (t/ha) | 11 | 7,5 |
Exportación en grano | 13% de la producción | 70% de la producción |
Transformación en bioetanol | 40% | 10% |
Uso para alimentación animal | 36% | 15% |
Otros usos industriales | 11% | 5% |
Rendimientos y tecnología
Estados Unidos logra un rendimiento promedio de 11 t/ha, gracias a la inversión en biotecnología, fertilización, riego y una infraestructura logística de primer nivel. Argentina alcanza 7,5 t/ha, con un potencial mayor, pero condicionado por inestabilidad macroeconómica, limitaciones en acceso a crédito y altos costos internos.
El rol de los gobiernos: subsidios vs. impuestos
Las políticas públicas marcan otra gran diferencia:
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En Estados Unidos, el maíz es considerado un cultivo estratégico. El gobierno destina miles de millones de dólares en subsidios directos, programas de seguros agrícolas, créditos blandos y apoyo a la investigación. La Ley Agrícola (“Farm Bill”) garantiza previsibilidad a largo plazo y fomenta el agregado de valor, especialmente con el bioetanol.
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En Argentina, el productor enfrenta un esquema mucho más adverso. El maíz paga retenciones a la exportación del 12%, se enfrenta a restricciones comerciales (cupos, intervención de mercados) y carece de un sistema integral de seguros agrícolas. En lugar de subsidios, el Estado capta parte significativa de la renta, lo que desalienta inversiones en industrialización.