Suelos al límite: alerta roja en Santa Fe por el bajo uso de prácticas sustentables
En el Día Nacional de la Conservación del Suelo, un informe revela que Santa Fe es la provincia con peor desempeño en manejo sustentable de la tierra. A pesar de los esfuerzos institucionales, la degradación avanza y pone en jaque la producción agropecuaria, la gestión hídrica y el equilibrio ambiental.

Cada 7 de julio, Argentina conmemora el Día de la Conservación del Suelo, una fecha que busca generar conciencia sobre la importancia de cuidar este recurso esencial para la vida y la producción.
Sin embargo, un reciente estudio coordinado por la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNR, en colaboración con la UBA y otras instituciones del agro, encendió las alarmas: los establecimientos agrícolas de Santa Fe son los que menos aplican prácticas sustentables en todo el país.
La investigación, impulsada por la Red de Estudio de Sistemas (RedES), evaluó indicadores clave como rotación de cultivos, uso de fitosanitarios y monitoreo del estado del suelo. Los resultados muestran que el promedio nacional de sustentabilidad es de 6 sobre 10, con Santa Fe en el último lugar, mientras que Buenos Aires y Córdoba lideran el ranking.
“Pese a los esfuerzos de muchas instituciones, los porcentajes de degradación siguen creciendo”, alerta Sergio Montico, titular de la cátedra de Manejo de Tierras de la UNR. La ley provincial 10552 identifica tipos críticos de degradación como la erosión hídrica, el deterioro físico y químico, la acidificación, y sus impactos urbanos, como anegamientos e inundaciones.
Uno de los principales problemas es la falta de enfoque integral: “No pensamos en cuencas ni en manejo territorial, solo en el lote”, explica Montico. A esto se suman fenómenos agravados por el cambio climático, como lluvias más intensas y concentradas, que saturan suelos degradados, incapaces de absorber agua. Esto provoca erosión, pérdida de materia orgánica y daños en zonas urbanas.
La situación es crítica: suelos compactados, con baja porosidad, sin capacidad de infiltrar ni retener agua, afectan directamente la productividad. Una lluvia de apenas 35 mm puede derivar en el escurrimiento de 10.000 metros cúbicos de agua por cada 100 hectáreas, volumen equivalente a 350 camiones cisterna que, en vez de alimentar cultivos, generan sedimentos y complicaciones hídricas.
El mensaje es claro: sin suelo sano no hay agua, ni alimentos, ni futuro. Este 7 de julio no debería pasar como una efeméride más, sino como un llamado urgente a repensar el modelo de producción, invertir en prácticas regenerativas y planificar un manejo sustentable del territorio. Porque conservar el suelo no es solo proteger la tierra, es proteger la vida.