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Argentina

El INTA y su aporte clave: el maní duplicó su rendimiento en 25 años

Una alianza entre el INTA y una de las principales compañías del agro evidenció cómo la colaboración entre ciencia y empresas puede impulsar transformaciones profundas: incorporación de tecnología, mayor productividad y crecimiento territorial.

01-07-2025

Un crecimiento sin precedentes

En los últimos 25 años, la provincia de Córdoba vio duplicarse los rindes del maní, que pasaron de 2.000 a más de 4.000 kilos por hectárea en caja. Lejos de ser un hecho fortuito, este logro es el resultado de una sinergia entre el INTA y el sector privado, encabezada por la empresa Aceitera General Deheza (AGD).

Un modelo colaborativo

En medio de debates sobre el rol del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), este caso evidencia su impacto directo. La clave ha sido el modelo de innovación en red, que permite articular a actores públicos y privados para atender problemáticas concretas del campo.

“Trabajamos con un modelo interactivo de innovación que nos permite vincularnos con empresas chicas, medianas y grandes”, señaló Juan Cruz Molina Hafford, director del Centro Regional Córdoba del INTA.
Y agregó: “El INTA es una institución de servicio, y ese servicio se canaliza a través de convenios de colaboración técnica”.

Desde la crisis sanitaria a la recuperación

El vínculo entre AGD y la Agencia de Extensión Rural INTA General Cabrera data de fines de los años 80, en plena crisis sanitaria del cultivo por enfermedades como Sclerotium rolfsii, Sclerotinia spp. y Fusarium spp..
La articulación permitió desarrollar soluciones concretas para recuperar la productividad y dar pie a un nuevo paradigma productivo.

Procesos y tecnologías para transformar el cultivo

El abordaje técnico incluyó el estudio de enfermedades y manejo agronómico. A partir de allí, se implementaron rotaciones prolongadas y prácticas de labranza mínima, medidas de bajo costo que iniciaron una transformación estructural.

Una de las acciones destacadas fue la creación de nuevas variedades de maní, con participación activa de AGD mediante convenios tecnológicos. Este proceso se consolidó en un lote demostrativo en el INTA Manfredi, donde se llevan a cabo ensayos y multiplicaciones.

“Sumamos unas 40 hectáreas donde se pueden desarrollar los ensayos. Ya llevamos cuatro años de trabajo con resultados muy interesantes”, destacó Carlos Alberto Marescalchi, gerente de Producción Agropecuaria de AGD.

Innovación más allá de la genética

El trabajo conjunto también se enfocó en mejorar la mecanización agrícola, optimizando los sistemas de siembra, arrancado y trilla del cultivo, que crece bajo tierra.

Marescalchi explicó que el cultivo, al desarrollarse bajo tierra, requiere un proceso específico: primero se arranca la planta, se deja orear entre 7 y 15 días y luego se realiza la trilla con cosechadora.

Además, el análisis de factores abióticos, como la temperatura y la radiación solar, permitió redefinir los ciclos del cultivo.

“Determinamos que nuestra región recibe más energía a lo largo de los ciclos. Esto nos llevó a adoptar un sistema de arrancado profesional, midiendo la madurez de las cajas y extendiendo la cosecha de 150 a 170-180 días”, explicó.

Gracias a estas mejoras y bajo condiciones óptimas de manejo, se lograron rindes que llegaron a los 8.000 kilos por hectárea.

Un modelo de impacto territorial

El caso del maní en Córdoba demuestra que la ciencia aplicada, cuando se articula con el sector productivo, puede tener un efecto transformador en las economías regionales.

“Eso no fue casualidad, es producto de una actividad público-privada bien gestionada”, sintetizó Marescalchi.
Y concluyó: “Desde la producción hasta la exportación, el maní genera valor y empleo. Es un verdadero motor económico regional”.

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