El reloj corre y el final de la baja temporal de retenciones ya tiene fecha: el próximo 30 de junio. Mientras el Gobierno mantiene silencio sobre una posible extensión, como sí ocurrió con el trigo, los productores y exportadores empiezan a prepararse para un nuevo escenario que volverá a cargar presión sobre sus márgenes.

La reducción transitoria de las alícuotas tuvo dos objetivos claros: aliviar la carga fiscal en un contexto de bajos precios internacionales y sequía, y promover la liquidación de granos retenidos para fortalecer las reservas.

Sin embargo, la estrategia no rindió los frutos esperados. Las ventas no se aceleraron en forma significativa y los resultados fueron comparables a los de campañas sin incentivos.

La medida, combinada con el fin del “dólar blend”, la liberación del cepo y la flotación del tipo de cambio, no generó el impacto anticipado. Una parte del sector especuló con una eventual prórroga o postergó ventas ante la incertidumbre climática. A eso se suma la exigencia de liquidar el 95% de las divisas en 15 días tras la DJVE, un punto que buscaba apurar ingresos, pero no logró torcer el comportamiento del mercado.

Desde el campo, crece la preocupación por la falta de reglas previsibles. Las decisiones fiscales de corto plazo chocan con la lógica de ciclos largos y planificación productiva que requiere el agro. Y aunque el Gobierno aclaró que la baja era temporal y atada al equilibrio fiscal, el regreso de las alícuotas plenas tendrá efectos inmediatos sobre la rentabilidad, las decisiones comerciales y el humor de la cadena.

Un mes bisagra en el mapa global

Como si la incertidumbre local no fuera suficiente, julio se perfila como un mes de alto voltaje internacional. Con múltiples focos de tensión y eventos clave, el impacto en los precios de los granos e insumos podría ser severo y sorpresivo.

• Conflictos bélicos: La escalada entre Israel e Irán, junto al conflicto Rusia-Ucrania, sacuden el tablero geopolítico. El involucramiento de potencias como Estados Unidos, China y la Unión Europea eleva la tensión. El petróleo y los fertilizantes ya reaccionaron. En Argentina, empresas frenaron ventas de fertilizantes ante el ataque israelí, anticipando nuevos aumentos de precios.

• Guerra comercial: La tregua arancelaria entre Estados Unidos y China vence en julio. Si no se renueva, podría reactivarse una puja que tiene a la soja como eje. La incertidumbre sobre el desenlace se agudiza con el telón de fondo de los conflictos bélicos.

• Biocombustibles en juego: La propuesta de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de aumentar el corte obligatorio de biocombustibles en EE.UU. ya impactó en los precios del aceite de soja. Aunque falta la aprobación del Congreso, el mercado respondió con subas.

• Fin de la baja en retenciones: En el plano local, el regreso de las alícuotas plenas impactará directamente en las cotizaciones de referencia para el productor. La presión bajista ya se empieza a sentir en las pizarras.

• Volatilidad climática: En el hemisferio norte arranca el “mercado climático”, donde el clima en EE.UU., Europa y China puede modificar las proyecciones de producción y alterar el equilibrio global de oferta y demanda. Cualquier evento extremo, como sequías o inundaciones, puede ser determinante.

En este contexto, julio se proyecta como un mes clave para el agro argentino. Con tantos factores convergiendo, es difícil anticipar el rumbo, pero sí está claro que la volatilidad será protagonista. La combinación de incertidumbre local e internacional pone a prueba la capacidad de reacción y planificación de todo el sector.