por Zorraquin Meneses
Según datos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, la campaña agrícola avanza a paso firme: ya se cosechó el 96% de la soja, el 50% del maíz y el 62% del sorgo, mientras que se lleva sembrado el 60% del trigo. Aunque los porcentajes varían por región, el balance es claro: estamos cerrando una campaña y abriendo otra casi en simultáneo.
En este contexto, el debate dentro de las empresas agropecuarias está más caliente que nunca. La relación insumo-producto muestra señales mixtas: empeora en fertilizantes y costos pesificados como el gasoil o los fletes, pero mejora en agroquímicos. Traducido, el poder de compra con granos rinde más únicamente en ciertos rubros, lo que obliga a calibrar cada movimiento.
La rentabilidad proyectada para la nueva campaña, salvo en casos puntuales como el maíz y el girasol, no entusiasma: los números cierran justos o apenas positivos, dependiendo de la zona y los cultivos elegidos. En ese marco, muchas empresas optan por hacer caja con maíz, si lo tienen disponible, y vender solo la soja imprescindible, atentos a la inestabilidad por la baja temporal de retenciones.
En los planteos mixtos, la ganadería aparece como aliada clave: sostiene la caja y da oxígeno para postergar decisiones de venta de granos. Paralelamente, las estrategias de compra de insumos se ajustaron a un modelo “just in time”, afectado incluso por recientes cierres en la comercialización de fertilizantes en plena siembra de trigo.
¿Qué hacer ante tanta incertidumbre? No hay recetas mágicas ni verdades absolutas. La clave parece estar en la flexibilidad: evitar apuestas extremas, dividir riesgos y, sobre todo, repensar las decisiones más seguido de lo habitual. Escuchar, compartir, aprender y adaptarse.
Las empresas del agro ya lo saben: en un año difícil, lo que manda es el casco, el pico, la pala... y un poco de suerte.