En un escenario donde Argentina necesita ampliar su matriz productiva y aumentar las exportaciones, el ovino aparece como una oportunidad estratégica, tanto por su valor gourmet como por su versatilidad en la cocina cotidiana.
“El país necesita otra fuente de proteína para el consumo interno, y la producción de carne ovina es una opción concreta”, explica el Ing. Agr. Néstor Franz, responsable de la Agencia de Extensión Rural del INTA Coronel Moldes. El desafío, señala, es dejar atrás la estacionalidad asociada al cordero navideño o de fin de año y avanzar hacia cortes disponibles durante todo el año, con categorías como el cordero pesado, que duplica el peso de faena y amplía las opciones de consumo.
Reconocida a nivel mundial como carne gourmet, la ovina busca ocupar un lugar destacado en gastronomía, hotelería y turismo internacional. Sin embargo, en Argentina todavía tiene una difusión limitada. “La carne ovina es roja, de calidad nutracéutica, con ácidos grasos de alto valor y excelente rendimiento. Además, ofrece una amplia versatilidad culinaria: asados, milanesas, hamburguesas, brochettes o embutidos”, destaca Franz. El objetivo: llegar también a un consumidor joven, que busca nuevas experiencias gastronómicas y productos innovadores.
El INTA lleva adelante un paquete tecnológico enfocado en nutrición, reproducción, genética y biotecnologías para producir corderos pesados de alta calidad, listos para faena a los 4 o 5 meses. En paralelo, se investiga el aprovechamiento de ovejas adultas de descarte, que representan un 20% del stock, con excelente calidad cárnica y competitividad en precio.
Argentina cuenta con 25 razas ovinas, de las cuales 10 son carniceras de alto potencial, como Hampshire Down, Poll Dorset, Ile de France, Dorper y Santa Inés. Con tasas reproductivas que permiten dos o tres corderos por parición y alta conversión alimenticia, el potencial productivo es significativo.
Si bien la tradición ovina está en Patagonia, sudeste bonaerense, Entre Ríos y Corrientes, en los últimos años la actividad se expandió al centro del país, donde se integra como complemento a otras producciones agropecuarias. “Hoy vemos a muchos productores jóvenes incorporarse con propuestas innovadoras, como cortes envasados al vacío y manejo más eficiente”, señala Franz.
Uno de los principales retos es formalizar y coordinar la cadena ovina. La falta de integración entre eslabones y la escasa adaptación de frigoríficos dificultan la expansión. Por eso, el INTA trabaja junto a universidades, sociedades rurales, Federación Agraria y organizaciones de productores en la creación de módulos experimentales y programas de transferencia tecnológica.
En la actualidad, el consumo interno ronda apenas 1 kilo por habitante al año, muy lejos de otras carnes. Sin embargo, los especialistas aseguran que, con un manejo adecuado, se podría duplicar la producción y garantizar una oferta sostenida en el mercado interno.
“La carne ovina tiene todo para crecer: calidad, volumen, valor gourmet y una alta tasa reproductiva. Queremos que deje de ser un producto ocasional para transformarse en parte de la dieta diaria de los argentinos”, concluye Franz.
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